El mundo entero ha seguido con inquietud el desarrollo del conflicto entre Rusia y Ucrania, temiendo por sobretodo una nueva guerra mundial que involucre a las grandes potencias del mundo. Afortunadamente, eso no ha sucedido; sin embargo, el comercio exterior y el negocio marítimo se han visto afectados de manera importante desde un principio.
En lo que concierne a Chile el problema no es menor. Si bien el mercado ruso no es comparable al chino en cuanto importancia y volúmenes de exportación, tampoco es para desatenderlo. En los últimos años, nuestro país ha exportado a dicho país una cifra cercana a los USD $100.000.000 anuales, siendo la uva la fruta que más se ha enviado a dichas tierras.
Entre las consecuencias directas del conflicto, y que supondrán un importante escollo a salvar por parte de los exportadores, se encuentra la negativa de las navieras a seguir embarcando con destino a Rusia y el término de ciertas coberturas por parte de seguros marítimos y de crédito a la exportación.
En lo relativo a la negativa de las líneas navieras a realizar futuros embarques a Rusia (entre las cuales se encuentran MSC, Maersk, Hapag Lloyd, One y CMA CGM), éstas han citado mayormente razones de seguridad de sus naves, señalando que a partir de cierta fecha no ofrecerían dicho servicio de manera temporal y que, dentro de las pocas excepciones a estas medidas, se encontraban los productos farmacéuticos y los alimentos.
No obstante, la realidad ha sido distinta: una gran cantidad de contenedores ya embarcados y en pleno tránsito marítimo han sido redirigidos a Rotterdam y otros puertos europeos, no otorgándole a los exportadores muchas alternativas. Adicionalmente, estos productos redirigidos consisten principalmente en alimentos perecibles, originalmente exceptuados de la medida que comentamos.
Esta situación genera una controversia no menor en lo relativo a la legitimidad de dichas acciones, ya que en prácticamente se ha interferido en la libre circulación de bienes, en el desarrollo normal de las relaciones comerciales entre exportadores e importadores rusos y de la facultad de disponer de la carga por parte de sus dueños legítimos.
Aun cuando es atendible la inquietud de las líneas navieras por resguardar la integridad de sus naves, lo que está detrás de esta medida es una decisión política. Un dato a tener en cuenta es que, si bien el puerto de Novorosíisk se encuentra situado en pleno Mar Negro, el puerto de San Petersburgo está en el Mar Báltico, cerca de la frontera con Finlandia y a miles de kilómetros de distancia del foco del conflicto.
En esta situación, la medida más razonable es que se hubiera mantenido por un tiempo prudente a San Petersburgo como puerto de destino de las cargas consistentes en alimentos perecibles ya en tránsito, y así respetar los acuerdos comerciales en curso entre exportadores e importadores. Sin embargo, se optó por una medida que afectó retroactivamente a miles de exportadores.
En relación a los seguros, se deben tener en consideración que todas las pólizas de transporte marítimo de carga han eliminado la cobertura de guerra, naturalmente aplicable en los transportes a Ucrania y Rusia.
Más importante aún es la inmediata exclusión de cobertura en las pólizas de seguro de crédito a la exportación de todo envío que se haga a Rusia. En la práctica, tal exclusión y/o limitación tendrá como consecuencia dos puntos de importancia: la negativa del seguro a cubrir cualquier operación comercial que importe el envío de mercaderías a Rusia, lo que se traducirá en que cualquier factura que se encuentre en situación de impago por parte de una empresa importadora rusa eventualmente no será indemnizada por dicho seguro. Por otra parte, y en el caso de que se mantengan las coberturas a los envíos a tal país, la limitación al monto a eventualmente pagar por el seguro en caso de impago sufrirá una importante reducción.